jueves, 20 de diciembre de 2007

Navidad, navidad, ¿Consumismo? y navidad (8)

Hoy me dio por pensar en el tan manoseado "espíritu navideño", precisamente mientras estaba "embotellada" en un taco gigantesco de automóviles, a la salida de un "mall". Más bien, comencé a reflexionar acerca de la Navidad mientras escuchaba cómo una señora "ABC1" criticaba a un joven scout por cómo éste empaquetaba uno de sus millones de regalos. La escena era conmovedora, esta señora rubia diciéndole "Pero mira cómo lo estás haciendo, hazlo con calma, es tu trabajo", mientras otra señora (más centrada, a mi gusto), mascullaba "a viva voz": "Ojalá que esta gente que tanto reclame coopere con ustedes". Y un humilde tarrito en favor de los exploradores sonaba vacío.

La Navidad es una celebración propia de la religión católica o judeo-cristiana, una celebración por el nacimiento del "mesías" para los creyentes, de un "iluminado" para los devotos o un gran "loco" para quienes no comparten la religión. Ahora bien, en mi opinión, aquella idea constituye una mera explicación de su génesis, ya que esta fecha puede adquirir un centenar de significaciones para quienes la celebran: nacimiento de Cristo, venida de los familiares, reencuentros, reflexión, caridad, tiempo de nostalgia, época de suma tristeza, etc. Es así como nos encontramos con una navidad polisémica.

Ahora bien, si bien estoy de acuerdo con la idea anterior, sí me perturba el cómo se ha malogrado esta fecha en pos de esa enfermedad tan desagradable impuesta por el Neoliberalismo: Consumismo. Es así como desde Noviembre hemos sido testigo de grandes afiches publicitarios del tipo: "Jo jo jo, soy el Viejo Pascuero y Tomo Coca-Cola"; "Regala amor con Ripley", etc. Colores rojos y verdes que de verde sólo tienen los billetes, una Navidad con olor a compras, a stress, a endeudarse, a generar que los grandes conglomerados se enriquezcan como parásitos a partir de sus frases clichés.

Un regalo puede ser algo maravilloso si se lo inunda de significación, ahí el tamaño y la calidad no importa. Tampoco la materialidad: regalar un beso, regalar un abrazo o "un te quiero" tienen un valor inconmesurable. Pero la patología aparece al momento de hacer la competencia por quién hace el regalo "más grande", "más pulento", quién le hace peso al Viejo Pascuero en cantidad de regalos; algo así como si el amor se pudiera comprar.

Esta idea, al menos para mí, se aleja bastante de mi concepción de la Navidad. Porque además pienso en las consecuencias adversas: las familias sin plata para poder regalar y, claro, como se ha instaurado la regla que "Navidad= Regalar" y "No regalar= EresLoPeor", la neurosis que se produce y la frustración que se genera dista mucho de lo que se quiere generar en estas fechas. Es terrible cómo un gran sistema que teje sus redes hacia las bases más recónditas, inserta en nuestra estructura sus normas, desvirtuando elementos interesantes y disfrazando de arbol navideño los ojos con signo peso.

Yo aún creo en los abrazos, en los regalos sencillos entregados con simbolismo, en las quimeras rojiverdes. Bueno, por eso también soy media anticuada. Es que, a veces, el mundo me parece demasiado absurdo.

Sólo eso.

Y Feliz Navidad! (De la verdadera eso sí, perdonen la austeridad)

J.

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